+ B A R T O L O M É
POR LA MISERICORDIA DE DIOS, ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA-NUEVA ROMA
Y PATRIARCA ECUMÉNICO
A TODA LA PLENITUD DE LA IGLESIA
GRACIA, PAZ Y MISERICORDIA
DEL ARTÍFICE DE TODA LA CREACIÓN+
NUESTRO SEÑOR, DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO
Queridos hermanos Jerarcas e hijos amados en el Señor,
Es una convicción compartida que, en nuestro tiempo, el medio ambiente
está amenazado como nunca antes en la historia de la humanidad. La
magnitud de esta amenaza se manifiesta en el hecho de que lo que está en
juego ya no es la calidad, sino la preservación de la vida en nuestro
planeta. Por primera vez en la historia, el hombre es capaz de destruir
las condiciones de vida en la tierra. Las armas nucleares son el símbolo
del titanismo prometeico del hombre, la expresión tangible del
"complejo de omnipotencia" del "hombre-dios" contemporáneo.
Al
utilizar el poder que proviene de la ciencia y la tecnología, lo que se
revela hoy es la ambivalencia de la libertad del hombre. La ciencia
sirve a la vida; contribuye al progreso, al tratamiento de enfermedades y
muchas condiciones hasta ahora consideradas “fatídicas”; crea nuevas
perspectivas positivas para el futuro. Sin embargo, al mismo tiempo,
proporciona al hombre medios todopoderosos, cuyo mal uso puede volverse
destructivo. Estamos experimentando la creciente destrucción del medio
ambiente, de la biodiversidad, de la flora y fauna; la contaminación de
los recursos acuáticos y de la atmósfera, el progresivo colapso del
equilibrio climático, así como otros excesos de límites y medidas en
muchas dimensiones de la vida. El Santo y Gran Concilio de la Iglesia
Ortodoxa (Creta, 2016) decretó justa y espléndidamente que “el
conocimiento científico no moviliza la voluntad moral del hombre, que
conoce los peligros pero sigue actuando como si no lo supiera”.
(Encíclica, § 11)
Es
evidente que la protección del bien común, de la integridad del medio
ambiente, es responsabilidad común de todos los habitantes de la tierra.
El imperativo categórico contemporáneo para la humanidad es que vivamos
sin destruir el medio ambiente. Sin embargo, si bien a nivel personal y
a nivel de muchas comunidades, grupos, movimientos y organizaciones,
hay una demostración de gran sensibilidad y responsabilidad ecológica,
las naciones y los agentes económicos son incapaces -en nombre de las
ambiciones geopolíticas y la “autonomía de la economía ”- de adoptar las
decisiones correctas para la protección de la creación, y en su lugar
cultivan la ilusión de que la supuesta destrucción ecológica global es
un invento ideológico de movimientos ecológicos y que el medio ambiente
tiene el poder de renovarse. Sin embargo, la pregunta crucial sigue
siendo: ¿cuánto más aguantará la naturaleza las discusiones y consultas
infructuosas, así como cualquier retraso adicional en la adopción de
acciones decisivas para su protección?
El
hecho de que, durante el período de la pandemia del nuevo coronavirus
Covid-19, con las restricciones obligatorias de movimiento, el cierre de
fábricas y la disminución de la actividad y producción industrial,
observemos una reducción de la contaminación y el deterioro de la
atmósfera ha demostrado el carácter antropogénico de la crisis ecológica
contemporánea. Una vez más quedó claro que la industria, los medios de
transporte contemporáneos, el automóvil y el avión, la prioridad
indiscutible de los indicadores económicos y similares, impactan
negativamente en el equilibrio ambiental y que un cambio de rumbo hacia
una economía ecológica constituye un inquebrantable necesidad. No existe
un progreso genuino que se base en la destrucción del medio ambiente
natural. Es inconcebible que adoptemos decisiones económicas sin tener
también en cuenta sus consecuencias ecológicas. El desarrollo económico
no puede seguir siendo una pesadilla para la ecología. Estamos seguros
de que existe una forma alternativa de estructura y desarrollo económico
más allá del economismo y la orientación de la actividad económica
hacia la maximización del lucro. El futuro de la humanidad no es el
‘homo œconomicus’.
El
Patriarcado Ecuménico, que en las últimas décadas ha sido pionero en el
campo de la protección de la creación, continuará con sus iniciativas
ecológicas, la organización de jornadas ecológicas, la movilización de
sus fieles y en especial de la juventud, la promoción de la protección
del medio ambiente como tema fundamental para el diálogo interreligioso y
las iniciativas comunes de las religiones, los contactos con líderes e
instituciones políticas, la cooperación con organizaciones
medioambientales y movimientos ecologistas. Es evidente que la
colaboración para la protección del medio ambiente crea vías adicionales
de comunicación y posibilidades para nuevas acciones comunes.
Reiteramos
que las actividades ambientales del Patriarcado Ecuménico son una
extensión de su autoconciencia eclesiológica y no suponen una simple
reacción circunstancial a un nuevo fenómeno. La vida misma de la Iglesia
es una ecología aplicada. Los sacramentos de la Iglesia, toda su vida
de culto, su ascetismo y vida comunitaria, la vida cotidiana de sus
fieles, expresan y generan el más profundo respeto por la creación. La
sensibilidad ecológica de la ortodoxia no fue creada por la crisis
ambiental contemporánea sino que surgió de ella. La lucha por la
protección de la creación es una dimensión central de nuestra fe. El
respeto por el medio ambiente es un acto de doxología del nombre de
Dios, mientras que la destrucción de la creación es una ofensa contra el
Creador, totalmente irreconciliable con los principios básicos de la
teología cristiana.
Muy honorables hermanos y muy amados hijos,
Los
valores ecológicos de la tradición ortodoxa, precioso legado de los
Padres, constituyen un cortafuegos contra la cultura cuyo fundamento
axiológico es el dominio del hombre sobre la naturaleza. La fe en Cristo
inspira y fortalece el esfuerzo humano incluso ante los inmensos
desafíos. Desde la perspectiva de la fe, somos capaces de descubrir y
valorar no solo las dimensiones problemáticas, sino también las
posibilidades y perspectivas positivas de la civilización contemporánea.
Hacemos un llamado a los jóvenes hombres y mujeres ortodoxos para que
se den cuenta de la importancia de vivir como cristianos fieles y como
personas contemporáneas. La fe en el destino eterno del hombre fortalece
nuestro testimonio en el mundo.
Con
este espíritu, desde El Fanar, os deseamos a todos un nuevo año
eclesiástico propicio y bendito, fructífero en obras semejantes a las de
Cristo, para beneficio de toda la creación y para gloria del
omnisapiente Creador de todos. E invocamos sobre vosotros, a través de
la intercesión de la Santísima y Bienaventurada Madre de Dios, la gracia
y la misericordia del Dios de las maravillas.
1 de septiembre de 2020
+ Bartolomé de Constantinopla
Ferviente suplicante de todos ante Dios